Ser joven en el siglo XXI no es fácil. Quienes nacieron en los
últimos 15 años del siglo pasado son una generación con múltiples retos para
experimentar sus emociones, vivir su corporalidad y relacionarse social,
erótica y afectivamente.
Esta generación, se caracteriza por una enorme heterogeneidad y
sincretismo, que no permite análisis ni conclusiones que se puedan generalizar
a todos sus integrantes. Adicionalmente, hay que incluir factores como la
influencia decisiva de los medios masivos de comunicación, la globalización y
las corrientes de inmediatismo y facilismo que afectan sus experiencias
vitales.
Los hijos e hijas de parejas que experimentaron la revolución
sexual, crecen con un conjunto de valores que han cuestionado los modelos de
feminidad y masculinidad tradicionales, la relación sexual y de pareja.
Actualmente, con una tasa de divorcio en Colombia que supera el 50
%, los y las adolescentes de hoy son bastante escépticos hacia el compromiso
afectivo y la estabilidad familiar. La mayoría de ellos y ellas sienten un
miedo profundo hacia el amor de pareja al que consideran fuente de desengaños y
dolor. Al preguntarles sobre sus proyectos a futuro, en este tema de pareja y
familia, no es raro encontrar jóvenes que dicen no creer en el amor, en la
familia y que no desean tener hijos. Esto no excluye la existencia de quienes
siguen manteniendo ideales muy tradicionales en cuanto a formar una pareja
estable y tener hijos; sin embargo, aun en estos casos, no creen profundamente
en la institución del matrimonio, a no
ser los y las jóvenes muy religiosos.
Los modelos estéticos actuales imponen una carga aun mayor a la auto-imagen juvenil que, de por si, está en el centro de sus intereses. La
promoción de una delgadez extrema hace que, muchas adolescentes y aun
muchachos, estén desarrollando trastornos alimenticios en su afán por obtener
ese imagen de modelos que piensan les dará la popularidad y aceptación que
tanto necesitan. Las modas que descubren cinturas, caderas y senos ponen las
curvas en primer lugar; y no son pocas las niñas que están pidiendo cirugías
estéticas de aumento de senos como regalo de 15 años.
Se ha desarrollado también, un interés juvenil masculino por los
aretes en diferentes partes del cuerpo y por los tatuajes. Los muchachos tienen
una mayor conciencia de su belleza corporal que en el pasado. Hay una tendencia
a la feminización de la corporalidad. No es extraño escuchar a las niñas hablar
de los ¨hembros¨ haciendo referencia a muchachos atractivos. Aquello de que el
hombre y el oso entre más feo más hermoso, está mandado a recoger. Incluso hay
toda una industria de belleza y cuidado corporal para los varones y ha surgido
el prototipo del hombre ¨metro-sexual¨.
En cuanto a la vida sexual existen experiencias tempranas,
encontrando una edad promedio de iniciación sexual a nivel nacional de 13.8
años para los muchachos y de 14.3 años para las niñas. Estas experiencias no
son generalmente lo esperado por sus protagonistas por falta de madurez y
preparación. Generalmente, hay modelos fantasiosos sobre las experiencias
sexuales creados por los medios de comunicación que las presentan como
glamorosas, excitantes y fáciles. En la vida real pueden darse ¨fácilmente¨ pero no son los fuegos
artificiales que se han soñado. Hoy en día, a los riesgos de embarazo
adolescente (que está disparado a nivel nacional) se agrega la amenaza siempre
presente de las infecciones de transmisión sexual y específicamente del
VIH/SIDA. Desafortunadamente los y las adolescentes, con sus sentimientos de
invulnerabilidad, piensan que nunca les va a pasar a ellos.
El interés juvenil por experimentar, la curiosidad y la
combinación de estos factores con el consumo, desde temprana edad, de alcohol y
otras drogas, les llevan a involucrarse, circunstancialmente, en situaciones
sexuales con personas de su mismo sexo. Las experiencias lesbianas se dan entre
niñas que sin ser lesbianas lo viven por curiosidad o ¨moda¨. Entre muchachos
que no son homosexuales se dan experiencias por curiosidad y abuso de
substancias. Se ha llegado a acuñar un concepto que permite diferenciar estas
experiencias con la orientación sexual en sí, se les denomina: HSH, para
hombres que tienen sexo con otros hombres y no se consideran gays; y MSM para
el caso de las mujeres que tienen sexo con otras mujeres y no se consideran
lesbianas.
Los y las adolescentes llegando a la mayoría de edad, tienen retos
adicionales que superar. El acceso fácil a material sexual explícito,
pornografía, a través de la televisión, los vídeos y los computadores, les ha
generado expectativas absurdas de lo que son las mujeres y los hombres reales y
lo que es una relación sexual, por lo que se frustran fácilmente y desarrollan
angustias innecesarias sobre sí mismos, sus parejas y las relaciones.
En cuanto a su lenguaje cotidiano, está plagado de contenidos
sexuales, con términos que, aunque pierden su sentido original, no dejan de ser
muy explícitos y genitalistas; palabras como ¨marica¨, guevón¨, ¨chimba¨ y ¨verga¨ son parte de su lenguaje social y los emplean a veces
incluso frente a personas adultas. Esto ocurre en todos los estratos sociales.
Una sociedad que promueve lo light, ha hecho que también los y las
jóvenes, en cuanto al sexo, quieran experiencias fáciles; siempre placenteras,
con intensidad pero ¨sin personas intensas¨. En su mayoría, las personas
jóvenes no desean compromisos y tienen poca tolerancia a la frustración, poca
capacidad de sacrificio y un egocentrismo propio de la edad, pero exacerbado
por las tendencias sociales imperantes.
No quisiera terminar este comentario, sin resaltar que aún existen
aquellas experiencias que todavía se dan entre personas muy jóvenes que se
enamoran profunda y honestamente y se comprometen vitalmente con otro ser
humano, experimentando mucha felicidad. Y aunque no son de las mayorías, ní
muchas veces duran la eternidad que pretenden, son importantes y valiosas de
rescatar para continuar creyendo con esperanza en esta juventud actual.
*Artículo escrito por Pilar Aguirre Psicóloga, Sexóloga y Consejera de Bachillerato en un Colegio Privado en Bogotá para el libro de la Dra. Annie Acevedo sobre Los Niños y Jóvenes de Hoy. Publicado por Norma en el 2005.
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